Las copas de los árboles cercanos se llenan de parpadeos, y las miradas se entornan con las últimas luces. Luces...destellos, y pupilas que abrillantan el deseo. Luces...destellos, y labios que soplan el polvo pegado a tus manos. Manos, que esperan la noche, que inventan caricias, que se acunan en el suelo, en las piedras, y en la nana del agua. Agua...fría y calmada, que entrechoca tus tobillos tristes. Fría y tranquila, que navegan tus dedos, imaginando enardecidos rincones. Fría y calmada... ¡Oscura! se mece la noche, brincan las sombras, y escucho en tu pecho desnudo, la nana del agua.
El estanque

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